Chris Pueyo se ha convertido en un hombre en este libro, aunque pocos saben que siempre lo fue. Solo un adulto es capaz de convertir la oscuridad en una cueva en la que refugiarse y hacer de una infancia complicada un cuento con el que dormirse cada noche.
El autor, igual de versátil que sus poemas, crece en Hombres a los que
besé al mismo ritmo que lo hacen sus versos, trabajados y buscados con ahínco, comprimidos en una precisión que solo dan la voluntad, el esfuerzo y el talento. Chris es un escritor con todas las letras, las mismas que conjuga para inventarse verbos que solo él conoce pero que no guarda, sino que comparte con todo aquel que tiene la valentía suficiente como para reconocerse en la mirada de otro.
Como si este libro fuera un espejo, Pueyo defiende la infancia desde la empatía, desmenuza cada detalle de su herida para perdonarla, asume el perdón sin esfuerzo como paso obligatorio en el crecimiento, se aventura en estructuras ya nunca más desconocidas. Uno se ve a sí mismo al leer Hombres a los que besé.
Chris Pueyo cuenta con una ventaja fundamental para defender su lectura: sus poemas tienen voz propia. Y esa voz, que es de color azul y brilla por encima de todos los hombres, le va a llevar a cientos de lugares maravillosos que nosotros, como lectores, vamos a disfrutar muchísimo, empezando por este poemario.
Elvira Sastre
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